Gracias, Minnie.

Gracias, Minnie, mi chiquitina, por estos 19 meses juntas.

Esta mañana te has ido y yo no lo esperaba, por mucho que las señales avisaran y mi intuición me asustara...

Llegaste a casa un 8 de diciembre y te convertiste para mí en un bálsamo para mi depresión. Estar contigo siempre suponía sorpresas, sonrisas, ternura, juegos....

Tu, tan pequeñita, tan menudita, me conectabas con la realidad, con tu realidad, y lograbas que me olvidara en muchas ocasiones de tristezas y negros pensamientos.

Me encantaba verte dormir, se me olvidaba el mundo sintiendo tu respiración pausada y calmada, sentía la misma paz que cuando observaba el sueño de mis bebés.

Me hiciste partícipe de un ritual que tu me demandabas casi todas las mañanas. Te subías en el mueble de la entrada, me mirabas y comenzabas a maullarme. Entonces yo me acercaba, agachaba la cabeza y tu me olías el pelo, la cara y, a veces, me dabas un lamentón en los ojos...luego frotabas tu cuerpecito y ya te quedabas tranquila, me dejabas ir.

Casi todas las mañanas, cuando terminaba mi trabajo en casa y me sentaba en la cocina con mi iPad, eras tú la que se acercaba como fiel guardiana y te sentabas a mis piés, hasta que poco a poco iba llegando el resto de la familia. Por supuesto, eras la primera en saber que alguien iba a abrir la puerta de casa y en salir al trote a recibirlo.

Cuantas y cuan pocas mañanas de invierno juntas....y qué poco te gustaba que limpiara! Te apoderabas del recogedor, eso sí, sin importarte si estaba lleno o vacío. Había que vigilar que no te bebieras el agua de fregar y odiabas profundamente al mocho... Cuantas veces "hicimos" mi cama (nuestra cama) juntas: yo estirando por un lado, tu yendo a la caza de mi brazo o dejándote cubrir por cada capa de sábanas, mantas y edredones.

En todos estos meses has sido una gatita ejemplar. No recuerdo que rompieras nada. Ahora sí, ahora me has roto el corazón al irte, pequeñaja.

Me has regalado muchas cosas en este tiempo, Minnie, mi chiquitina, muchas, y me dejas un vacío muy grande. Demasiado grande.

No se escribir lo suficientemente bien como para describir lo bella que eras, lo suave, lo dulce...

Sabía que te quería, pero no que fuera tanto....

Habitas ya por siempre en mi corazón, mi niña, mi pequeña, mi cielo, mi Minnie.

 

4 comentarios:

Lenka dijo...

Ella siempre contigo y tú siempre con ella. Es algo que nada ni nadie podrá romper.

Increíble cómo nos conquistan, verdad? Piensa que la misma felicidad que te dio, se la diste tú a ella. Fue una vida corta, lamentablemente, pero intensa y feliz. Cómo habría sido sin una familia para cuidarla y quererla?

No la olvidarás, ni ella a ti.
Ahora te parece impensable, seguro. Pero con todo ese amor que tienes quién sabe si no te acabará adoptando otro gato? Seguro que alguno se acaba cruzando en tu camino y vuelve la magia.

Un beso, Kaken.

Kaken dijo...

Gracias mil, Lenka. Está todo muy reciente, pero bueno, la vida sigue, aunque no me apetezca nada levantarme por las mañanas desde que tengo uso de razón, prácticamente. Si he podido con otras cosas, podré con esto, digo yo....
Valoro mucho que te tomes tu tiempo para escribirme.
Un besazo.

Inés Valencia dijo...

Jo, K. Qué berrinche. Pero cuanto, cuanto amor. Es el que merecen porque, como dijo Kundera y yo no me harto de repetir, el amor entre un hombre o mujer y un animal es el más puro, es un idilio. No se espera nada a cambio, solo se ama, sin reservas.
Siento en el alma que hayáis podido disfrutar de eso tan poco tiempo, pero solo un día de un sentimiento así vale todas las lágrimas del mundo.
Un beso gigante a todos.
Y buen viaje, Minnie.

Kaken dijo...

Tienes razón, Lal, aunque duela su ausencia, su presencia ha llenado tanto, tanto...que merece la pena.
Muchas gracias, de corazón, y muchos besos, artista!