Es cosa de todos.

Me resulta tedioso esperar la salida de mi niño al lado del muro del colegio. Estoy deseando verle y me pone nerviosa la espera.
Ese muro alto, lineal, que recoge dentro un amplio patio que se llena a cada tanto de cientos de niños que juegan.
Los padres van llegando, rellenando huecos, pero ese día llegué temprano, tenía gran parte del muro solo para mi...y para un niño.
Un peque rubiajo de tres años, con uniforme del colegio (señal de que estaba allí para recoger a algun hermano mayor) que pateaba cansinamente la pared mientras decía claramente, y sin fuerzas: " gilipooollas, gilipooollas, gilipoollas¡¡¡
Me sorprendió y me desagradó bastante, vi que miraba hacia un grupo de madres que estaban a unos 6 metros, pero no había manera de saber quién estaba al cuidado de ese crio.
Pasados unos minutos de tal letanía, otra pequeñaja se le acerca, acaban los dos delante mía, a unos 15 metros del grupo de madres parlanchinas, toqueteando el depósito de gasolina de un coche.
Les digo, bajito para que no se me asusten, que no lo hagan, que eso es peligroso...
Al ratillo aparece la madre de la niña, se la va llevando diciendole que van a jugar a pillar o al veo veo (el niño y ella, no la madre) y la madre del niño, sin mediar palabra, se lo lleva cogiéndole por el antebrazo, ni le mira.
Y las he localizado, son sus niños, esperan a los mayores y hablan entre ellas.
Pero no tienen muchas ganas de aguantar al petardo cansado de tres años que, a esas horas, no puede ni tenerse en pie.
Inmediatamente el rubiales se va del grupo y se recuesta en el coche, le da patadas cansadas, flojas, a la rueda.
La calle ya está llena de gente, no es posible que la madre vea al niño desde donde está.
Se acerca, esquiva a la gente y llega hasta su hijo.
¿Que hace?
Me gustaría dejarlo aquí para ver que se os ocurre a vosotros...
Pero os lo voy a contar.
Simplemente le arrea tres cachetes en el culo que resonaron, y un cuarto en la nuca que no le llegó simplemente por el desplazamiento de los anteriores.
Cuando pasó a un milímetro de mí, arrastrando al niño del antebrazo (el crio ni lloró), alguien dijo alto y claro: "a los niños no se les pega, se les habla"
Me dí cuenta de que había sido yo, lo dije sin pensar por la ira que me invadía, cuando esa madre se revolvió, me tachó de loca, de tonta, de imbecil, gilipollas y mil cosas más a la par que lo contaba a su grupo y me señalaba con el dedo.
Creí morir...de ira y de indignación, no de vergüenza.
Lo más triste es que, con su niño en brazos, exponiéndomelo ordinariamente, me chillaba: ¡qué, quieres mantener una conversación con el¡
Me confirmaba que para ella un niño de tres años es solo un trozo de carne...
Yo le dije, lo más tranquila que pude, que ya hablo yo con mis hijos, que es lo que tengo que hacer.
En fin, la situación se fué calentando por parte de ella, yo pasaba y ella me persiguó por el patio, chillando, repitiendo insultos y...dandome golpecitos...y yo que no me toques, con dientes cerrados...
Hasta que alguien se la llevó.
Yo sigo esperando a mi hijo en el mismo punto de aquel día, pero esas madres y esos niños no están, no han vuelto a ponerse delante mía, de momento...
Después de todo esto, vino mi momento autocrítica, no soy la madre perfecta, ni puedo decir que no he dado algun cachete, desgraciadamente. Y tampoco puedo juzgar a esa madre por ese momento.
Sin embargo, cuando esa madre indignada (a nadie nos gusta que nos corrijan en público) me decía a gritos "para que te metes, no es asunto tuyo¡¡¡", del fondo de mí salía mi voz sin pensar, como un resorte :"es cosa de todos, de toda la sociedad"