Cookie.

 

Cuando Minnie se marchó al cielo de los gatunos, perdí toda esperanza de volver a disfrutar de un gato en casa.

Elaboré mi duelo personal imaginándola dormida en mi corazón, eso ayudaba. Y también me propuse ver las "ventajas" de no tener mascota...alguna encontré, pero se sostenían muy débilmente.

La evolución de la crisis nos ha afectado a todos, en diferentes medidas, pero a todos. De manera que tuvimos que ordenar prioridades y dejar fuera de casa la ilusionante opción de adoptar.

Hasta que mis hijos renunciaron a su presupuesto para Reyes.

Comenzó entonces un camino precioso del que he aprendido mucho.

Decidí contactar con la protectora a espaldas de los niños, para que todo fuera sorpresa. Como habitualmente miro fotos de gatitos para adoptar, no les sorprendió que les mostrará algunas. Entre ellas, estaba una cachorrita llamada Venus, que encantó a todos.

Manos a la obra. Contacté con la protectora y a esperar. Los días se hacían más largos, varios mails sin respuesta hasta que, por fin, me llaman.

La primera en la frente, Venus ya estaba adoptada. Me ofrecen acercarme a la residencia de la protectora y accedo, aunque sin demasiada convicción.

A pesar de intentar llevarlo todo en secreto, uno de mis hijos se percata del tema ( me pilló gracias a Facebook ) así que nos acompaña a visitar la residencia.

Un largo trayecto, muchos nervios, mucha ilusión contenida...al fin llegamos.

Me impactó mucho lo que ví allí. Un recinto enorme lleno de animales de todas clases. Todo lleno de ladridos. Y los ojos de tantos perritos,ladrando desesperadamente, de pie encaramados a las rejas de sus jaulas. Sus miradas eran más humanas que las de algunas personas que he tenido la desgracia de conocer.

La zona donde habitaban los gatos estaba llena de voluntarios. Les daban malta de uno en uno, les cepillaban pero, sobre todo, les daban cariño. Calculo que podrían tener allí unos treinta gatos cadetes. A diario eran acariciados y achuchados. Impresionante.

Juan y mi hija se enamoraron de un gato muy especial. Era un atigrado precioso que,cada vez que alguien entraba en la jaula, se le subía en el regazo y ronroneaba, abrazaba y acariciaba el a la persona...

Estaba resfriado, nos contaron que cada animal es un mundo y que un gatito como ese, tan necesitado de afecto, bajaba sus defensas y era más fácil que enfermara.

A mí no me convenció del todo, quise ver más.

Nos condujeron a otro lugar, en donde moraban los gatitos más jóvenes, de unos tres meses.

Desolador. Tres gatitas en una jaula de aproximadamente treinta por cincuenta. Eran tres hermanas que habían rescatado con días de vida.

Nos ofrecen cogerlas y se opera el milagro. Sin casi saber como, abren la jaula y veo como una gatita aterriza en el pecho de mi hija, que la abraza. Se miran. La pequeñina parece haber encontrado su lugar natural. Ni se resiste, ni huye, ni se estresa. La mira a los ojos. Mi hija sonríe, juraría que la gata también.

Hecho, esto está hecho, para casa con ella!!!

 

Vuelta a casa con nuestro tesoro, emocionada esperando la reacción de los demás.

Comencé a enamorarme de Cookie cuando la vi caminar por mi salón. Sus escasos meses de vida en una jaula le habían pasado factura. No sabía trepar! Poco a poco ha ido ganando agilidad, hoy ha sido la primera vez que ha logrado subirse al lavabo.

Contábamos con un escollo a superar: la temida analítica. Tras la triste experiencia vivida con Minnie, que tras un mes de adoptarla descubrimos que no era inmune, decidimos respetar a los miembros de la familia que condicionaron la adopción a que la nueva gata no padeciera la enfermedad. De manera que nos trajimos a Cookie a casa en régimen de acogida, a la espera de los resultados. Afortunadamente, se confirmó su inmunidad y respiré tranquila.

No esperaba lo que sucedió más tarde, cuando una de mis hijas comenzó a desarrollar una alergia claramente relacionada con la gatita. Nuevos temores y días de espera a ver que podría pasar.

El tiempo dejó que todo volviera a la normalidad, los síntomas de alergia remitieron y se afianzó la cercanía de la adopción oficial, con papeles, como debe ser. En breve lo haremos.

Cookie es preciosa. Ronronea constantemente. No quiere estar sola, siempre nos busca. Es una comilona impenitente,zampa a todas horas!

Tiene tantos registros vocales que a veces pienso que es un lorito, podría decirse que nos habla.

Es curiosa, como corresponde a su esencia felina, pero también muy prudente.

En realidad es ella la que nos ha adoptado a nosotros. Así lo siento cuando me huele, me lame para atusarme o se mete entre mis piernas.

Lleva poco tiempo con nosotros, sus primeros humanos, y se asusta con facilidad. Entonces, arquea el lomo, colita para abajo y a correr como loca en diagonal! Hasta en eso es graciosa.

Después de la experiencia en la protectora, me encantaría que los escolares hicieran excursiones a estos lugares. Seguro que aprendían el valor de otras cosas, de otros sentimientos. Además, seguro que conociendo el tema directamente,habría más voluntarios, más ayuda para estos seres inocentes, más implicación y difusión.

Espero poder disfrutar de Cookie por muchos,muchos años. Es un bombón.