Hojas

Te diste la vuelta a tiempo para que no pudiera volver a ver tus ojos.

Te deslizaste como en una nube, vaporoso, lento, pausado y seguro...y roto.

Contemplaba tu espalda, envuelta en la ligera capa que se movía al antojo de tu propio movimiento, grácil y eterea.

La bruma envolvía el bosque, tocándolo de grises y natas, pero tu figura al alejarse se diría que brillaba.

Todo era silencio. Silencio.

Las hojas dormidas no crujían bajo tus pies amados, tan húmedas que sólo podían plegarse a tí.

El otoño dorado te engulló, porque así lo quisiste, y yo...solo pude mirar como te ibas y grabar tu imagen en mi retina, envuelta en un aura de amor imposible y de hojas secas.