Hay seres que se enganchan a la melancolía.
Que hacen de su vida, de su día a día, una Oda a ese sentimiento, lo alimentan con música, películas, amaneceres y todo lo que les pueda trasladar a ese estado de insatisfacción permanente con la vida, con el mundo y...en definitiva, con ellos mismos.
Y hay otros a los que ya no les alcanza soportarla más que a ratos perdidos, cuando no hay más remedio, porque prefieren espantarla a carcajadas que caer en su cálida y asfixiante caricia malva.
Y éstos últimos, rozan la felicidad más a menudo, y yo me cuento entre ellos.