Vivimos en una sociedad en donde, afortunadamente, las personas con discapacidad cuentan con todo tipo de apoyos.
Disponen de Asociaciones públicas y privadas, de ayudas para la integración en casi todos los ámbitos, partiendo del escolar.
Y aunque aún no esté todo el camino recorrido, cuentan con lo más importante: la simpatía ( o empatía) de la inmensa mayoría de nosotros.
¿Por qué se ha podido llegar hasta aquí cuando, hace no mucho más de 30 años la discapacidad se intentaba ocultar y para muchos era un cruel estigma?
Sencillamente gracias a su difusión.
Las personas con discapacidad (aquellas que por muy distintas causas tienen dificultades en adaptarse al medio y dependen de otras personas o máquinas) suelen ser fácilmente reconocibles. Se nos hacen visibles.
Sin embargo aún no les ha llegado ese momento de poder ser reconocidos y ayudados a otro grupo de personas con serias dificultades de adaptación, precisamente por no ser visibles.
Se trata de las personas con superdotación o altas capacidades.
Se nos hacen invisibles porque partimos de un concepto erróneo de en qué consiste la superdotación: la mayoría cree que se trata sólo de un alto cociente intelectual que supone una gran ventaja para el que lo posee.
Y sin embargo la realidad acerca mucho la superdotación y la discapacidad, pues los primeros pueden tener tantas dificultades como los segundos.
¿Porqué?
Porque en el cuerpo del superdotado (SD) conviven una mente prodigiosa con un mundo emocional desbordado.
El SD se percibe a sí mismo desde muy niño como alguien diferente, raro. Sus preguntas no encuentran eco, su sentido del humor no suele ser comprendido, sus habilidades suelen asombrar o asustar a los demás.
Son hipersensibles, lo viven todo con una intensidad brutal, de modo que sus emociones les empujan a una agotadora montaña rusa.
Con esta breve descripción, nos puede ser fácil comprender que se aíslen, con ello no desarrollan habilidades sociales, con lo cual ya tenemos un circulo vicioso: son muy tímidos y con una enorme necesidad de relacción y afecto.
Por otra parte, ni siquiera son capaces de disfrutar del todo de sus éxitos, pues suelen ser tremendamente autocríticos y perfeccionistas. Y, para redondear, suelen ser tremendamente modestos y humildes.
Así, cuando alabamos a un SD, dentro de él estalla la tormenta: se sienten inmensamente orgullosos, felices, agradecidos incluso, pero también se oirán a sí mismos inmediatamente negar la valía de lo que han hecho.
Otro campo de batalla: las emociones.
No reconocen sus propios sentimientos, su necesidad errónea de ser perfectos ocasiona que se autorechacen si se enfadan, por ejemplo, y se culpabilizan por ello.
De manera que intentan reprimirlos, con lo que ello supone de malestar interno.
¿A que ya no nos parece tan ventajoso ser SD?
Espero y supongo que en unos años surgirán avances que nos ayuden a ayudar a estos seres tan valiosos como desconocidos, tan raros como preciosos.
Un abrazo….de oso.
4 comentarios:
Ciertas. Todas y cada una de tus palabras.
muacks!
Un bes de oso gigante para vos, Albe.
Yo siempre he escuchado que ser superdotado crea más problemas que ventajas. La verdad es que tampoco he conocido a ninguno para conocerlo. Gracias por la exposición ;)
Según tengo entendido eso sucede si no se detectan y tratan adecuadamente, Jose.
Gracias a tí, un bes.
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