Hace algún tiempo, una joven madre me preguntaba como detectar posibles malos tratos en sus hijos. A pesar de mi experiencia, no se me ocurría ninguna pista válida, pues hay ciertos temas muy delicados en los que las apariencias engañan, y mucho, tanto en un sentido como en otro.
Hasta que, por pura casualidad, descubrí un indicador muy eficaz: los denominados terrores nocturnos.
Es habitual, y hasta normal, que los niños sufran pesadillas. El pequeño se despierta asustado, puede llorar o gritar, en definitiva, recurre al consuelo de los padres ante algo que no comprende. El niño recuerda el sueño, sólo hay que tranquilizarle y explicarle que las pesadillas nos pueden suceder a todos, pero que nada malo le va a ocurrir.
Sin embargo, los terrores nocturnos se presentan como una especie de pesadilla "cerrada", ya que el niño no es consciente de que grita o llora y no puede recordar nada. De manera que son los padres los que se alertan y acuden en su ayuda, pero el pequeño sigue dormido, no sabe si ha gritado, llorado ni lo que le ha provocado ese estado.
Esto si es un claro indicador de que hay un sufrimiento anormal que puede deberse a traumas importantes sobre los que habrá que investigar.
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