Hay Flores que crecen a pesar del entorno.
Con el aire viciado, el cariño denegado y la crítica apabullante cayendo sobre ella una y otra vez.
Hay Flores a las que, desde semillitas, se les ha acostumbrado el oído a frases como "que color tan desvaído", "a ver hacia donde se te ocurre crecer", "tus pétalos nunca dicen nada...."
Estas raras Flores se cierran y se abren caprichosamente según los que las rodean...pero yo conozco su secreto.
Sé que se abren sólo cuando están muy seguras de que nada las va a dañar...y eso ocurre pocas veces. Cuando presienten una caricia, cuando encuentran un terreno tranquilo y seguro.
Yo tengo una de estas Flores, tan raras y escasas, pero ella no sabe que la tengo....en mi corazón...ni que la comprendo, ni que vigilo de lejos para que esté bien y el agua le llegue pura. Ignora que, sin ella habérmelo pedido, me he erigido en su jardinera y la adoro, aún sabiendo que no debo intervenir en su crecimiento, aunque piense que se tuerce a veces un poquito su tallo jóven.
Mi Flor es bella, es jóven, lista, inquieta y se deja mover con gracia por la brisa que le toca. Pero está condenada, de momento, por su raíz que la ancla a sus "sabios" consejos, que lo serían si no se convirtieran en obligaciones: "tienes que rotar tu tallo hacia tal", "has de abrir tus pétalos a tal hora", "has de germinar con esta planta"....
Nunca he conocido a una flor y una raíz que se amen tanto como lo hacen MI Flor y MI Raíz. Sin embargo, no saben comunicarse, su savia se enrancia, se hacen sufrir mutuamente....y ambas se adoran sin que la otra lo sepa...es triste.
Me he propuesto cuidar de mi Flor y mi Raíz de lejos, con tacto y esperanza, porque ambas merecen tanto, tanto la pena....
2 comentarios:
Maravillosa y poética refelexión,K.
Me la apunto.
;-)
Gracias, Ant ;-) Un beso para tí.
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